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domingo, 11 de agosto de 2013


 
Crisálida 2. Aguafuerte en zinc. 28 x 21 cm. 2013
 
 
 
XI

 

Ingresaría a la Preparatoria al filo de los quince años. Esa tarde bajó a buscar a Luz María. No logró verla. Tenía la intención de hacerla su novia. Sus padres habían sido vecinos suyos, lo conocían. Volvió al día siguiente y la pudo ver. Caminaron por su barrio, sonrientes. Los padres de ella no estaban en casa, de manera que volvería otro día.

 

-Ven el jueves, por favor- le pidió ella.

-Bueno.

- ¿Entrarás a la Prepa?- preguntó, curiosa.

-Sí. Finalmente entraré a la Prepa. Quería estudiar pintura, pero solamente en la ciudad de México es posible- dijo él mirando el suelo. -¿Vives contenta aquí, en este barrio?

-No. Por eso iba a ver a mi abuelita cada tarde, hasta que mi madre me lo prohibió.

-¿Por qué?

-No lo sé. Tal vez tuvieron problemas. Mi padre está enfermo.

-¿También tu padre?

-Sí. ¿Cómo está el tuyo?

-Sigue las indicaciones del médico. No caminará más-. En sus pupilas asoman lágrimas.

-¡No es posible!

-Por desgracia, así es.

 

No se animó a devolver el beso de la tarde anterior. Estaba abrumado por el cambio de rumbo que tomaba su vida. Cómo seguir dibujando. Decaía su ánimo. Se levantó para despedirse. Ella preguntó ¿Vendrás mañana? Movía la cabeza Damián, asintiendo. No pudo contener las lágrimas. Era demasiado, ella expectante y un rumbo desconocido. Hasta ese día no había sido necesario tomar una decisión. Volvió el rostro. Allí estaban los ojos de Luz María esperando algo más. Te quiero, alcanzó a decir al momento que abrían la puerta de la casa, llamándola desde dentro de la casa su madre.

 

Ella movía su mano a lo lejos. Vienes mañana, gritaba. Fue la última vez que la vio. Ingresó a la Prepa. Apenas quedaba tiempo de estudiar, cuidar a su padre, ir a la escuela, ayudar un poco a su madre. De vez en cuando El Oreja iba a visitarlo para llevarle saludos de la muchacha. Hace muchos años de aquella despedida. La recuerda con alegría. Tampoco pudo dibujar su cara. A veces se pregunta si escuchó las últimas palabras aquella tarde, las palabras más tiernas que alguien ha pronunciado.

 

Las raíces del árbol se hundían hasta el centro de la tierra.

A través suyo vendrían los gemelos inspirados.

En el tronco del árbol dormía el cuerpo del ancestro inmolado por los señores del infierno.

El árbol perduraría como sagrado, en memoria de la desobediencia de ella.

Su nombre es inolvidable: Xquic.

Ella estaba feliz.

Empezaban a asomar los luceros de la tarde.

 

Los versos del Popol Vúh persistieron por muchos años en su memoria. Se convirtió en un pintor esmerado. Realizó quince vistas del poema, como los quince fragmentos de texto, que guarda en su computadora. Sabe que luz María perdió a su padre. Vive en Morelia. Lo que no sabe es si algún día sus destinos se encontrarán nuevamente. Constantemente escribe, escribe, escribe, gracias a las antiguas palabras de unas hojas sueltas que le entregara la mujer de una librería que ya no existe. La ciudad ha crecido muchísimo, aunque él sigue aferrado a vivir en el centro. Ha viajado a otras ciudades, pero regresa siempre. Caminar por sus calles estrechas le refresca la memoria.

 

 

 

FIN

Morelia, Michoacán. Julio de 2013.

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