Crisálida 2. Aguafuerte en zinc. 28 x 21 cm. 2013
XI
Ingresaría a
la Preparatoria al filo de los quince años. Esa tarde bajó a buscar a Luz
María. No logró verla. Tenía la intención de hacerla su novia. Sus padres
habían sido vecinos suyos, lo conocían. Volvió al día siguiente y la pudo ver.
Caminaron por su barrio, sonrientes. Los padres de ella no estaban en casa, de
manera que volvería otro día.
-Ven el
jueves, por favor- le pidió ella.
-Bueno.
- ¿Entrarás a
la Prepa?- preguntó, curiosa.
-Sí.
Finalmente entraré a la Prepa. Quería estudiar pintura, pero solamente en la
ciudad de México es posible- dijo él mirando el suelo. -¿Vives contenta aquí,
en este barrio?
-No. Por eso
iba a ver a mi abuelita cada tarde, hasta que mi madre me lo prohibió.
-¿Por qué?
-No lo sé.
Tal vez tuvieron problemas. Mi padre está enfermo.
-¿También tu
padre?
-Sí. ¿Cómo
está el tuyo?
-Sigue las
indicaciones del médico. No caminará más-. En sus pupilas asoman lágrimas.
-¡No es
posible!
-Por
desgracia, así es.
No se animó a
devolver el beso de la tarde anterior. Estaba abrumado por el cambio de rumbo
que tomaba su vida. Cómo seguir dibujando. Decaía su ánimo. Se levantó para
despedirse. Ella preguntó ¿Vendrás mañana? Movía la cabeza Damián, asintiendo.
No pudo contener las lágrimas. Era demasiado, ella expectante y un rumbo
desconocido. Hasta ese día no había sido necesario tomar una decisión. Volvió
el rostro. Allí estaban los ojos de Luz María esperando algo más. Te quiero,
alcanzó a decir al momento que abrían la puerta de la casa, llamándola desde
dentro de la casa su madre.
Ella movía su
mano a lo lejos. Vienes mañana, gritaba. Fue la última vez que la vio. Ingresó
a la Prepa. Apenas quedaba tiempo de estudiar, cuidar a su padre, ir a la
escuela, ayudar un poco a su madre. De vez en cuando El Oreja iba a visitarlo para llevarle saludos de la muchacha. Hace
muchos años de aquella despedida. La recuerda con alegría. Tampoco pudo dibujar
su cara. A veces se pregunta si escuchó las últimas palabras aquella tarde, las
palabras más tiernas que alguien ha pronunciado.
Las raíces del árbol se hundían hasta el
centro de la tierra.
A través suyo vendrían los gemelos
inspirados.
En el tronco del árbol dormía el cuerpo del
ancestro inmolado por los señores del infierno.
El árbol perduraría como sagrado, en memoria
de la desobediencia de ella.
Su nombre es inolvidable: Xquic.
Ella estaba feliz.
Empezaban a asomar los luceros de la tarde.
Los versos
del Popol Vúh persistieron por muchos años en su memoria. Se convirtió en un
pintor esmerado. Realizó quince vistas del poema, como los quince fragmentos de
texto, que guarda en su computadora. Sabe que luz María perdió a su padre. Vive
en Morelia. Lo que no sabe es si algún día sus destinos se encontrarán
nuevamente. Constantemente escribe, escribe, escribe, gracias a las antiguas
palabras de unas hojas sueltas que le entregara la mujer de una librería que ya
no existe. La ciudad ha crecido muchísimo, aunque él sigue aferrado a vivir en el
centro. Ha viajado a otras ciudades, pero regresa siempre. Caminar por sus
calles estrechas le refresca la memoria.
FIN
Morelia, Michoacán. Julio de 2013.
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